Los días de octubre (1997/1999)

Pajaritos

Los pajaritos cantan
dulcemente en la mañana
en la ventana y se posan
sobre las rosas en el jarrón
junto al espejo en donde
picotean su reflejo y como
en la hierba entre las hojas
anidan en el fondo de
las espigas y el corazón.


Como mariposa que aletea en el bosque

La soledad arrecia como
la lluvia que ella frágil acepta
su destino de hembra fugaz
que debe sosegar los latidos
de su corazón que lo recibe
con los brazos y los senos abiertos
y ella abre sus muslos con ese
deseo como mariposa que aletea
en el bosque en la tarde
en la noche o en la madrugada
porque como una hiena la acecha
la soledad y sus besos le dejan
un poco de nostalgia en la mirada.


Epigrama

Ahora ya sé que yo
existo porque tú me amas
ahora ya sé que tú
existes porque yo te amo.


Epigrama

En lo profundo de tus muslos
crece un hermoso jardín donde
florece carnosa la rosa roja
que irrigo como una lluvia nocturna.


Epigrama

Al ritmo de tu cuerpo
sobre mi cuerpo asciendes
y desciende lentamente
como galopando por la llanura
con tu cabellera que se
derrama sobre mi pecho como
la lluvia sobre la hierba.


Mientras llueve

Su pelo yace como
una enredadera
sobre la almohada
y tiene los labios húmedos
y en los ojos una mirada tierna
que le ha dejado la lluvia
y un orgasmo
respira feliz y en silencio
se adormece mientras
en el pecho no cesa
todavía de latir mi
corazón como al galope.


Epigrama

Como las ballenas
que vienen a morir a la
playa el mar orilla
con su oleaje pececitos
y caracoles y las huellas
de tus pies en la arena
como tus pasos por el mundo.


Haiku

Llueve sobre
abril
solitario sobre
la hoja en blanco.


Epigrama

En cualquier lugar
que nos sorprenda la poesía
o el amor escríbela
o sedúcela con el dulce
ejercicio de su escritura o pasión.


Dada

En el Cabaret Voltaire
en Zurcík, el 8 de febrero
de 1916, a las seis de la
tarde, Tristan Tzara y su
cofradía de anarquistas
visionarios confabulan una
asonada que pronto recorre
Europa y el escándalo los
Ilumina bajo luces de neón
en donde esgrimen sus
manifiestos audaces
y en Paris, Berlin, Hanover...
asolan los viento oníricos
de las sílabas que en la
página de un diccionario
abre Hans Arp al azar.


Torre H

Las golondrinas revolotean
en el aire como el viento
que estremece las cortinas
con la niebla y el frío
que rondan por la ciudad.
Aznavour canta en la radio
hermosas canciones en francés
y en esa mañana con la ciudad
que se dibuja en la ventana
como en un cuadro de Monet
a once pisos de altura
en donde vive con el corazón
con que escribe
un hombre con las mismas
manos de abrazarte
sobre una página blanca escribe
que como tu cuerpo
yace abierta en espera
de esa misma mano
que lo abraza y la escribe.


Manhattan

Las sábanas blancas
del Manhattan hotel
las ondea el viento en la terraza
mientras los amantes entran
de la mano y ella se cubre
discretamente el rostro y caminan
de prisa con la cabeza baja.
Las muchachas del verano
que hacen el amor a la salida
del colegio o las oficinas con
esa mirada dulce y cómplice
del deseo o el amor clandestino.


La neblina

La neblina
ha descendido
hasta las calles
de la ciudad
y rodea los edificios
y los árboles
y recorre las avenidas
lenta, silenciosa y húmeda
que oscurece el paisaje
y los automóviles encienden
las luces como en una
noche lluviosa.
La neblina
poética y dulce
se instala en la ciudad
con una brizna de rocío
que la dibuja
bella y gris
como al óleo.


Ni las olas ni el tiempo ni el viento

No dejes la huella
de tu mano por la tierra
en la arena a orillas
del mar en la playa
porque esa huella las
borra las olas ni en
la corteza de los árboles
en forma de un corazón
porque esa huella las
borra el tiempo ni en
el mármol con sus dos
fechas porque esa huella
se hace cenizas que
esparce el viento.
Deja la huella de tu
paso por la tierra en
un lugar que no las
borre ni las olas ni
el tiempo ni el viento.


El tren

Los rieles sobre
las piedras blancas
como las estaciones
abandonadas en despoblado
y los vagones de la locomotora
enterrados en la hierba
que derrumbados se oxidan
a la intemperie donde reptan
las lagartijas y han hecho
sus nidos los pájaros
hace aflorar la nostalgia
del tren que silbaba
por la llanura como una
rosa que le crece al paisaje.


Aunque a veces

Te encanta aunque a veces
no alcances a entenderla
pero la necesitas feliz
y tierna al alcance de la
mano para mirarla cuando
desnuda se pasea por el cuarto
o se peina y se maquilla dulce
en el espejo pero aunque no
llegues a veces a entenderla
si la llegaras a entender
entenderías todo el universo
porque no hay nada más complejo
que una mujer aunque la ames
y la necesites cada día
al alcance de la mano.


En la vida

Los días lluviosos y grises
sobre la hoja en blanco
lo justifica consigo mismo
cuando escribe y siente esa
emoción que le depara crear
un universo en la palabra
o en leer que es arar como
la tierra mente y espíritu
o en perpetrar el amor que es
como otra forma de volver
al paraíso, porque en escribir
o en el leer o en el amor se
recobra consigo en la vida
que yace en sus páginas
y una tras otra son la poesía.


La rosa carnal

La hermosa rosa
que olorosa nace
en el centro de tus muslos
en donde aletea
y bebe dulce el colibrí
la que lames con tu lengua
en sus pétalos húmedos
y aflora roja en el lecho
la rosa carnal que exhala
ese olor en celo
y enamora al corazón
la que crece feliz
en el pequeño jardín.


Al paso de mi mano sobre tu pelo

Al paso de mi mano
sobre tu pelo como mi
cuerpo sobre tu cuerpo
estremecida te abres
como un cielo despejado
en donde acaba de cesar
la lluvia que hace dibujar
el arco iris en la tarde
húmeda y respiro bajo
su arco como reposo
bajo tu cuerpo cuando
he llovido dentro de ti.


Adoración

A veces en la noche
nos encontrábamos
en la catedral de piedra
donde ella me esperaba
frente a un Jesucristo
crucificado, piadosa
y contrita, y como Santa
Teresa en éxtasis que
esculpió Bernini se
transformaba cuando besaba
desnuda sus senos en los
lechos de invierno
y hacía del deseo una
hermosa adoración.


De la República

Acaso sea la mayor
lavandería
de dólares de la República
en donde se depositan en
sus arcas los dineros calientes
expropiados a la mafia
de los traficantes
dinero que envilecido por
el tráfico ilícito de las drogas
de la muerte adquiere ciudadanía
en el libre cambio al portador
y de la mano de las
tranquilas conciencias
circula limpio
planchado
y almidonado por la ciudad.


El mar, las gaviotas y los barcos anclados

Bajo un cielo con arco iris
caminas por la ciudad que
olorosa a sal marina te
detiene en los bronceados
senos desnudos y miras
el mar, las gaviotas y los
barcos anclados y con su
frondoso pelo sobre tus
hombros a orillas del mar
en el arena te abraza y
la tarde arde con el oleaje
del viento contra sus
murallas como en el húmedo
boscaje entre sus muslos.


In memoriam

Su cadáver estaba lleno de mundo.
César Vallejo.
Al descender
el féretro en la fosa
sobre la hierba
flores y canciones
lo cubrían como
la lluvia que caía
sobre el cementerio
y bajo las sombrillas
negras hombres y mujeres
lo lloraban y esgrimían
consignas en su nombre
en una marcha del silencio
bajo las banderas
y los pañuelos blancos.
Al descender
el féretro en la fosa
sobre la hierba
su cadáver estaba
lleno de mundo.


Bienaventurados II

Los heroicos
los desaparecidos
los torturados
los enterrados en
algún lugar desconocido
en la montaña
los repatriados de
algún lugar del mundo
los clandestinos cubiertos
por una bandera proscrita
los que bajan muertos río abajo
con un disparo en el corazón
los asesinados en despoblado
en masacres a mansalva
los acribillados con
alevosía y sevicia
así en la paz como en la guerra.


Chicamocha

A orillas del cañón
del Chicamocha un
un hermoso paisaje
de niebla y nubes te hace
detener el paso para mirar
la enorme majestuosidad
de la tierra que te recorre
la sangre y en el fondo del
abismo miras un pueblo blanco
bordeado por un río que
resplandece como un pez bajo
el sol y respiras hondo un
aire puro y frío que baja
de la montaña como el agua
de las pequeñas cascadas
por entre las piedras
y la hierba y una mariposa
azul revolotea en tu pelo
como el viento con el
olor de los eucaliptos.

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Acerca del autor

Acerca del autor

Acerca del autor

Antonio Acevedo Linares (El Centro, Barrancabermeja, 1957) Poeta y Sociólogo. Magíster en Filosofía Latinoamericana y Especialización en Filosofía Política Contemporánea y Especialización en Educación en Filosofía Colombiana. Ha publicado: Arte erótica, 1988. Los girasoles de Van Gogh. Antología poética (1980- 1999) 1.999, Vol 1. CD, Poesía de viva voz, 2004. Atlántica, Antología poética (1980-2004), 2004, Vol 2 y seis Plegables de poesía. Sus textos figuran en selección de poetas a nivel nacional como regional, y paralelo a su actividad literaria ha publicado ponencias, artículos y ensayos sobre temas filosóficos, literarios e históricos en periódicos y revistas nacionales como de la ciudad de Bucaramanga en donde vive y escribe. Actualmente se desempeña como catedrático investigador en el Departamento Humanidades y Educación de la Universidad de Santander, UDES.